viernes, 11 de julio de 2008
“Quiero ganar la medalla de oro... y después casarme y tener hijos”
A los 30 años se prepara para participar en su tercer Juego Olímpico. Su vitrina atesora medallas de todos los colores y cuatro premios como Mejor Jugadora del Mundo. De novia con el modelo Mario Guerci, de la agencia de Dotto, aún vive sola en un departamento en Caballito. Aquí, además, cuenta que no piensa en retirarse del hockey y que sí sueña con formar una familia.
o es que haya empezado a jugar al hockey pensando: ‘Algún día voy a ser la mejor del mundo…’. Fue algo que se dio con el tiempo”. La confesión de Luciana Paula Aymar (30) sorprende. Hace cuatro años, cuando por primera vez la Federación Internacional de Hockey la distinguió como la mejor del mundo en los Juegos Olímpicos de Grecia, hablar de su logro personal la incomodaba: “Bueno, pero no sé si es tan así. Nosotras somos un gran equipo y eso ayuda a que pueda destacarme”, decía tímidamente. Hoy no. Luce fuera de la cancha la misma seguridad que transmite al driblear con la bocha. “Cuando arranca un partido soy consciente de que la gente, la prensa y mis propias compañeras esperan que sea yo la que haga algo diferente. Y aprendí a manejar la presión. Está bueno que así sea”, asegura.
Si el hockey en Argentina tuviera, por ejemplo, la mitad de la popularidad del fútbol, Luciana no podría caminar por la calle. O de hacerlo, debería firmar un autógrafo cada pocos metros. Es que además de integrar una generación dorada del hockey femenino, ella es, sin dudas, una de las grandes deportistas de la historia argentina. Cuatro veces distinguida como la mejor del planeta en su especialidad (fue la primera y única que recibió el premio dos años consecutivos –en 2004 y 2005–), ha superado en cantidad incluso a una leyenda del hockey: la australiana Alyson Annan. Pero la última vez que resultó elegida –luego de ganar el Champions Trophy en mayo pasado–, el premio tuvo un sabor especial para ella. “El año pasado sufrí un edema óseo en la rodilla, una lesión muy complicada, la primera en mi carrera, y tuve miedo de no volver a jugar. Pasé cinco meses metida en el gimnasio y en el kinesiólogo, y recién volví a pisar una cancha en enero de este año. La verdad, no sabía si podría recuperarme. Por eso el premio lo recibí de otra manera. Sentí que fue una recompensa al esfuerzo”, confiesa Lucha.
EL HOMBRE QUE CAMBIO SU VIDA. “El día de su presentación como entrenador, Sergio Vigil entró al vestuario y nos dijo: ‘Chicas, acá hay dos caminos. O siguen jugando por diversión y tratamos de no pasar papelones en algún torneo menor, o nos ponemos a laburar en serio y peleamos por ser los mejores del mundo’. Me quedé mirándolo, y por dentro me preguntaba: ‘¿Quién c… se cree qué es este tipo?’ Con los años me di cuenta de que él cambiaría mi vida y mi carrera deportiva”, recuerda la morocha. La mención del ex técnico de la Selección argentina no es casual. Cuando hace pocos meses Luciana arrancó jugando mal el Champions Trophy, se refugió en Cachito para recuperar la confianza y volver a ser una jugadora diferente. “Anduve tan mal los primeros dos partidos, contra China y Japón, que empecé a dudar de mis condiciones. Y justo Sergio estaba ahí en Alemania y pasó a saludar. Se dio cuenta de que andaba bajoneada y se acercó a hablarme. Me tocó el alma... Me dijo tantas cosas, que yo tenía ganas de salir ahí mismo a la cancha, y romperla”, confiesa la actual representante de GEBA mientras toma un café con leche, come un tostado y se prepara para las fotos. Dice que sólo tiene una hora y media para hacerlas. Sin embargo, después, entusiasmada, se quedará casi el doble de tiempo.
Hace poco regresó a Buenos Aires, luego de disputar tres amistosos ante Holanda, y esta semana comienza junto a sus 15 compañeras la puesta a punto de cara a los Juegos Olímpicos de Beijing. Para el público y la prensa, Luciana, Magdalena Aicega y Soledad García son las máximas referentes del equipo. Quizá por eso su celular (tiene el mismo número desde hace seis años) suena cada cinco minutos. Pero ella no atiende. De hecho, durante la entrevista recibe más de 50 mensajes de texto, pero no responde llamados. “Si atiendo a todos no me queda tiempo para mí”, dice. A sus exigentes entrenamientos le suma su vida personal. Hace poco se fue a vivir sola a un departamento en Caballito. Además, está en pareja con Mario Guerci (26), modelo de la agencia de Pancho Dotto. “Hace casi dos años que salimos, pero todavía no convivimos”, cuenta.
–Se te ve cambiada, distinta, más confiada. ¿Vos también lo sentís así?
–Sí. Antes estaba muy presionada por todo lo que se decía. Y como siempre quería gustar, quedar bien, no equivocarme y ser la mejor, me mostraba de otra manera. Pero aprendí a manejar esa presión. Primero lo hice en la cancha, y por ahí ahora se nota también afuera.
–Con Las Leonas vienen de ser campeonas del Champions Trophy. ¿Esta es la oportunidad de ganar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos?
–Sabemos que estamos por el buen camino, pero también somos conscientes de que en Beijing la cosa va a ser muy distinta. Ojalá. ¡Estoy harta de coleccionar medallas de otros colores! (carcajadas).
–¿Los de Beijing serán tus últimos Juegos?
–Quiero ver cómo me siento cuando terminen. Pero si hoy tuviera que decidir, pienso que voy a seguir jugando. Además, sé que soy una privilegiada, porque hay pocas mujeres argentinas deportistas y exitosas.
–¿A los 30 años planeás casarte, formar una familia?
–No por ahora. Primero quiero ganar la medalla de oro, y después... La verdad es que mi novio y yo viajamos mucho, y nos vemos poco aquí en el país. Tal vez por eso no hablamos de casamiento o de hijos. Ideamos y pensamos cosas juntos, pero para proyectarlas queremos esperar a que termine este año, que es muy complicado para los dos. Al ser deportista y formar parte de un seleccionado exitoso, postergás un poco la vida personal. Pero tengo el sueño de casarme y tener hijos, como cualquier mujer. Y espero que sea pronto.
REVISTA GENTE
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