miércoles, 6 de agosto de 2008
El paraíso de los deportistas
Antes de las competencias, la camaradería y la distensión reinan en el lugar de alojamiento de la representación argentina; Aicega definió la Villa Olímpica como la mejor que habitó
Por Juan Manuel Trenado
Enviado especial
PEKIN.- El edificio B1 de la Villa tiene un microclima especial. Ciento por ciento argentino. Resulta fácil encontrarlo. Es el que tiene las banderas más largas, que cuelgan desde lo más alto y llegan casi hasta el piso. Pasar allí una mañana completa sirve para conocer un poco más cómo viven el día por día nuestros atletas. Es una oportunidad única de meterse de lleno en la intimidad de la delegación argentina.
Decenas de historias entran y salen por la puerta del ascensor principal. Nadadores, ciclistas, judocas. Y los deportistas se mezclan en un clima agradable, de armonía permanente.
En la sala de Internet, María Gabriela Best (remo) necesita anotar algo. Pide una lapicera y cuatro personas se levantan al mismo tiempo para asistirla. Una de ellas es Sergio Hernández, el entrenador del seleccionado de básquetbol, que, fiel a su personalidad abierta y comunicativa, no duda un instante de lanzar: "Nos peleamos por hacerte un favor. En ningún lugar vas a estar mejor que acá".
Tal vez ni siquiera se habían visto en sus vidas. Son dos protagonistas del deporte que provienen de lugares muy distantes y que casi seguramente jamás volverán a cruzarse. Pero acá, por única vez y por motivos que van más allá de la razón, todos se tratan como familiares.
Esa es la imagen principal. Más tarde, con la competencia, llegarán las alegrías y las tristezas de los resultados. Pero éste es el paraíso de los deportistas y, mientras se espera la hora del comienzo de la actividad, cada uno disfruta sensaciones que nunca podrá repetir en otro lugar.
Además, el lugar es perfecto para todos. La Leona Magdalena Aicega, que está en sus cuartos y últimos Juegos, lo dice claramente: "Ni Atlanta, ni Sydney, ni Atenas. De todos los lugares, por las comodidades, éste es claramente el mejor".
Por otra sala se cruzan y cambian palabras Miguel Albarracín (judo) y Andrés Nocioni, que se conocieron en un amistoso que el conjunto de básquetbol jugó contra Polonia antes de viajar para la gira europea.
Gerardo Werthein, el jefe de misión, cuenta cómo será el uniforme argentino para la ceremonia inaugural: "Todo de blanco. Pantalones para los hombres, polleras para las mujeres y camisas con mangas celestes para todos. Con el calor que hace acá es lo más liviano que se puede usar. Ponerse un saco sería una locura". Aunque un rato después, mira uno de los televisores instalados en la planta baja: "Mirá como transpiró ese tipo", ríe, y se señala a sí mismo en la foto de la ceremonia de izamiento de la bandera de hace un par de días, en la que llevó hasta corbata.
Para graficar cómo será la indumentaria, Liliana Guiscardo (natación) se ofrece como modelo y posa para las fotos. "Está linda, ¿no?", pregunta.
A las 11, Giselle Kañevsky y Mariana Rossi (hockey sobre césped) gritan y se matan en un durísimo duelo de carreras de autos en Play Station. Apenas 30 minutos después, ese mismo televisor, pero con un tono mas serio, sirve para que Gabriel Minadeo y las Leonas realicen sus análisis de videos, una rutina que, como cada día, se repetirá por la tarde.
Mientras, José Meolans trata de lograr una comunicación telefónica, y Gabriel Curuchet busca una solución al problema de la lejanía del lugar de entrenamiento para sus ciclistas.
En el ala izquierda del edificio están la parte administrativa y los consultorios médicos. Por allí andan los deportistas que están siguiendo algún tratamiento de kinesiología. Y el doctor Nestor Lentini y Mario Moccia (segundo jefe de misión) atienden los pedidos de la WADA (Agencia Mundial Antidoping) para los primeros controles que les tocaron por sorteo a los atletas argentinos (ver aparte).
Pasado el mediodía, llega la mascota de la delegación argentina. Un inmenso oso panda de peluche, comprado en el zoológico de Pekín, al que los dirigentes planean dar un look celeste y blanco. Tan grande es que Anita, la china que habla un perfecto español y es una de las attaches de la delegación nacional, queda casi tapada por el enorme muñeco. Y así transcurren los días en la Villa, plenos de argentinidad.
LA NACION
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